Datos personales

JAVIER PAYERAS (1974). Narrador, poeta y ensayista. Ha publicado: Limbo (novela 2011), La resignación y la asfixia (poesía 2011), Soledadbrother y relatos de autodidactas (2011),Post-its de luz sucia (poesía 2009) Días Amarillos (Novela 2009) Lecturas Menores (Ensayo 2007), Afuera (Novela 2006), Ruido de Fondo (Novela 2003), Soledadbrother (2003), Poesía Incompleta (Antología ebook 2006) y (…) y Once Relatos Breves (Cuento 2000). Su trabajo ha sido incluido en diversas revistas y antologías en Latinoamérica, Europa y Estados Unidos. Actualmente escribe para Revista de la Universidad de San Carlos, en el blog www.javierpayeras.blogspot.com y en la columna de opinión “El Intruso” en el diario Siglo XXI en Guatemala.

martes, 13 de noviembre de 2012

LA VOZ DEL INTRUSO

Dejar caer lluvia en las cajas del universo. Toda la vida es salir. Viajes simulados. A la razón pides no reconocer lo que por la noche desatas con cuidado. Es quizá la razón que desata eso que no puede determinar la imagen que te sostiene. No puedes falsificar algo que fluye perfecto. No puedes falsificar tu juventud. La juventud es una acto inmenso. Memoria cruda desde la retícula. Arranca la moral del caos penetrando símbolos con ingenuidad. Ingenuidad perfecta. No puede reconocerse lo inédito si no es bajo las normas de un balbuceo. Refieren tu instrumentación, con estupidez. La palabra rejuvenece otra vanidad. No es la idea que flota, no es la extensión lineal y preferente. Respira existente. Mata la duda. ¡Cae en poder de lo inexpresable! No te añada la palabra que sobrevivirá la muerte. Ese otro rostro que te acompaña. Escribir es ver ese otro rostro y no soportarlo. La tarde ha iniciado. Un escribir ha desocupado el mundo. Obviando al mundo desecas sus raíces y tratas de arrancar las tuyas. La marca que cierra las palabras o las rodaja en breves fracturas. Un brazo flotante. Una mano, un pie. Repele la memoria esa circunstancia que se halla en lo inédito. Todo está en piezas inmóviles, te mueves. Tienes los ojos ajustados. El paso inquieto. Ceniza. Esperas que sea leve el instante. La miga del instante. Escribir está dentro del instante. Está dentro de una falsa verdad. Abres los ojos y quieres tomar la luz en su incesante girar. Estás en el ruido de la luz que fluye en un instante liberador. La luz que invade tu habitación, la noche se escapó por otras puertas. Ese admirar el interior. Ese sueño de horas por entrar. Te taladra las arterias otra piel que se esconde. Intruso transfiere el dolor y la soledad. El humo se desliza y cae suavemente sobre el papel. Se rompe otra vez la memoria. Comienza la semilla. Intruso ante soluciones tristes. Partido y desmigajado bebedor de incienso. No hay hemorragia. Abres la boca como una puerta y ves que dentro tienes ojos. Líneas dispares entre murmullos. El aire suave en caída. Subes encima de ti, descubres la flor sobre la mesa. Un pez te imaginas, atrapado en una pecera pequeña. Es tu circunstancia, la religión de tu tiempo es ser visto a través del vidrio. Como si la memoria fuese una vitrina. Como un pez, tu memoria se contrae en la emancipación del recuerdo. El aire suave en picada. Un insecto toma momentáneamente tu reflejo. Consume tu vaso de agua y se agota el atardecer. Te llevas cautivo adentro. Intruso es un personaje atrapado por su niñez, apacible en su andar, inacabable e indestructible. Sólo tiene un cuaderno, un enero; va derramando sus pupilas, regala su mejor angustia. Cada estación parte su forma. A veces es el ruido del agua en las tejas, a veces es hielo en temblor, a veces unos labios que se abren en su propia soledad. Soledad asqueante, una lástima sin pasión, una derrota inútil. A menudo te das a la fuga con un crayón entre los dedos. La serenidad deprimida y severa. Tienes temor a cada siglo que vuelve con los lunes. Oculta tu locura, Intruso. No has perdido más que cajas de pensamiento. Queda pólvora de los pensamientos de aquéllos. Queda la locura a relámpagos. Quedan las visiones de la epilepsia. Suspendido entre la revolución de la niñez que regresa a morir. . Impaciente derramas líquido acostado a solas en el flujo. Tienes sed de semilla. La letra se desplaza por tu sangre. Tienes tu color entre pausas. Tus dioses innumerables no se soportan. Te sientes neutral dentro de ellos. Puede llover sobre la piel. El comienzo no inicia aún. No puedes desperdiciar ningún sitio. Sientes la necesidad de escribir, necesitas ponerte entrañas, afilas la operación de palabras. Este es el sistema de la soledad. No hay temperamento, teoría o circunstancia. Sólo ves un veloz disco de imágenes. ¿Puedes, acaso, esconderte a La Máquina o al Intruso? Estás en el diámetro rebasado. No tienes otro mundo, vas sin rumbo en un camino interno. Sólo un cuaderno con sueños. Debes preparar tus palabras, tu imaginación cruza sin demora, sin silencio tu vida . Estás cansado de tanto pensar solo. Si puedes desesperarte, haz algo mejor, ¡incendia tu celda! El fuego cura toda la corteza para que no te alcance este parpadear. Quieres ver verdugos en todos los rostros. Sal de la noche. Si al terminar te derramas sin entenderte, no has soñado lentamente. Es diminuto el mundo como para merecer tu hambre. El signo de los muros blancos encerrados por la respiración. Aire de continuo cambio, abre las ventanas ¿puedes sentir aún, cómo se desvanece en tu rostro? El paraíso es un derrame de ira, lo demás son paredes extensas que llegan hasta dentro. Adentro de los ojos, de esa geometría de la luz. Exterminador que con una crayola fluorescente marca ríos que arrasan con la materia del recuerdo. No hay suficientes nubes antes del último sueño. No hay nada distinto. No hay segundos de cuerpo antes de caerse de las alas de la risa. Retrocede ese olvido. Si pudieras, si hubiera humildad en el dolor, si fuera pasajero. Las cosas impecables, el abrazo, el niño, el cielo de transparencias. La penumbra es la letra que baja lentamente por tu esófago. Duras muertes. Dentro no hay océano que no sea una herida profunda. Sobre cada trazo un insecto ululante cae como astro sobre la hoja escrita. Hace falta un pedazo de piel para eclipsar. Destruye, sin acostumbrarte, todos y cada uno de los símbolos que acechan para borrarte. Recorre el universo con el tacto. Escribe en línea recta, líneas rectas. Atraviesa el fantasma con una aguja mayor que el silencio. Vete a la orilla escribiendo en línea recta. Ves, es la orilla. Solidaridad solitaria, el mapa de un sueño en la nada. La mañana siguiente ha quedado sin lenguaje. Palabras dividen su horizonte. Una celda no es estar sino volver. Cierra los dientes. Un cuarto cerrado es una gota. Abrir las ventanas a la plataforma azul del cielo. Cielo eterno, óvulo y retorno. Abajo los cuadros hierven y espían las cuerdas del pasado. Una frontera fija al papel. Escribir ( …) es morir en línea recta. La textura de un segundo, ¿sientes el trazo breve por el que respiran las cosas? No terminas de hablar y escribir es una acto solemne. De pronto estás desactivado. Cae la mala vergüenza de seguir. Comprarte un sótano como un maldiciente a solas y caer en el impulso, en la resistencia. Detrás de una línea hay un disparo. La luz se desplaza por la habitación. Te quedas aislado por la fiebre. No hace falta hablar. Costumbre y sangre hidrante. Bellas artes envejecidas. Antes el miedo era tu coraza, ahora se ha quedado seco y ya no te obedece. Esta es tu madriguera. La sobrevivencia es una construcción interna. La escritura es una salida secreta. Permite que te lean dentro. No dejes cortinas, deja que las ventanas puedan abrirse a los demás, la oscuridad sólo es saturación, ¿quién ha visto salir tanta luz de una nube?.